jueves, 31 de agosto de 2023

Ocupación de Iquique

Semblanzas de la Guerra del Pacífico



Aun cuando no se habían hecho esfuerzos efectivos para perseguir al ejército aliado que encabezaba el general peruano Juan Buendía después de los combates librados en Dolores, limitándose el mando chileno encabezado por el general Erasmo Escala a realizar algunas incursiones en los alrededores de Porvenir, al menos una de las medidas tomadas fue apoderarse del abandonado e indefenso puerto de Iquique.

Así, cuando el General en Jefe Escala ya había renunciado a perseguir a las tropas aliadas, como consta en los testimonios del Manuel Baquedano y Rafael Sotomayor, el 20 de noviembre envía una nota al Ministro de la Guerra para indicarle que pensaba enviar una fuerza de 3.000 hombres en dirección a Iquique, "y una vez que conozca bien -agrega- lo que haya de positivo sobre el ejército de Daza que pudiera venir a presentarnos combate, o a reunirse con los dispersos de ayer enviaré más fuerzas hacia adelante". Como sabemos, el ejército del dictador boliviano ya entraba en Arica e iba de vuelta a Tacna, adonde ingresaría el día 23.

A esta nota de Escala, el Ministro Sotomayor respondió que sería imprudente enviar una división por tierra sin resolver antes los problemas de avituallamiento imprescindibles para semejante caminata por el desierto, y remataba indicando al general que iría hasta Dolores para conferenciar con él. Aceptadas las sugerencias del Ministro, Escala lo esperó, y en la reunión sostenida se llegó a la conclusión que, una vez subsanadas las necesidades de la división requerida, saldría una columna de 2.000 hombres por tierra, en tanto el propio Ministro encabezaría una expedición por mar con otros 1.000 correspondientes a un batallón del Regimiento Esmeralda acampando en Hospicio, y otro del Lautaro que estaba próximo a arribar a Pisagua, esperando a las fuerzas terrestres de Escala en la bahía de Iquique, de manera que se procedería a exigir la rendición de la plaza cuando el conjunto estuviera listo.

En el regreso a Pisagua del Ministro Sotomayor y entrando en este puerto en la mañana del 23, se encontró con la Covadonga que, enviada por el comandante Juan José Latorre sito en Iquique, le informaba de la rendición del puerto iquiqueño. Lo sucedido era que el coronel peruano José Miguel Ríos, jefe de la plaza, al recibir el correo enviado por el general Buendía el 22 de noviembre en que le informaba la situación y le ordenaba replegarse a la quebrada de Tarapacá con sus fuerzas, procedía rápidamente a destruir documentos, arrojar al mar todo el parque del ejército que no podía cargarse en la marcha y "clavar", inutilizando, los cuatro cañones de los fuertes del Morro y del Colorado. Ante las noticias del abandono, que corrieron como reguero en el pueblo, muchos optaron por seguir a las tropas hacia el interior, huir en los vapores que hacían el tránsito por Iquique y otros asilarse de inmediato en los buques neutrales anclados en la rada del puerto. Entre estos últimos, el propio Prefecto de Iquique, el general peruano Ramón López Lavalle que a toda prisa embarcó en el navío inglés HMS Turquoise. El coronel Ríos comunica al Cuerpo de Cónsules de la ciudad que ésta queda bajo su custodia, incluyendo los marinos de la Esmeralda que permanecían cautivos allí (los oficiales habían sido trasladados a Tarma) y el hospital con sus heridos y enfermos. El mismo 22 se retira, dejando librada a su suerte a la población de Iquique. Rápidamente los cónsules toman decisiones en una reunión a la que no asisten autoridades peruanas, excepto el capitán de puerto Antonio C. de la Guerra, y resuelven dotar a los bomberos de compañías extranjeras con los medios armados para imponer orden, y a su vez comunicarse con el comandante Latorre, jefe del bloqueo a bordo del blindado Cochrane, para informarle de la situación y entregarle la ciudad. El bote que lleva a los diplomáticos al Cochrane regresa en la certidumbre de los cónsules, que el puerto será ocupado pacíficamente por las fuerzas chilenas.

El 23 de noviembre entran a Iquique los 125 marineros de la dotación del Cochrane, de la Covadonga y algunos de Artillería de Marina que pertenecían a la guarnición del blindado, al mando del segundo comandante del Cochrane, capitán de corbeta Miguel Gaona Yáñez, quien asume, además, como Jefe de la plaza. El teniente del Cochrane, Juan M. Simpson se hace cargo de la seguridad pública. El principal puerto de Tarapacá y puerta principal de embarque de salitre del Perú pasaba a manos chilenas sin dispararse un tiro. Ahora, la bandera de Chile flameaba definitivamente en esa ciudad. El comandante Latorre envía a la Covadonga que, como hemos indicado, ingresa a Pisagua en la madrugada del 23, informando al Ministro de la Guerra del desenlace tranquilo de la toma, por lo cual el Ministro procede ese mismo día en la tarde a embarcar al batallón del Esmeralda, y junto al general Escala se trasladan a Iquique. En la misma tarde, se hace el acto de entrega formal de la plaza, estableciéndose al capitán de navío Patricio Lynch como Comandante de Armas de Iquique (hasta ahí era el comandante encargado del transporte, siendo reemplazado por el capitán Baltasar Campillo).

Pronto el desafío de poseer Tarapacá pasaría, de lo militar a lo financiero. Administrar los negocios del salitre y el guano absorberían al Gobierno de Aníbal Pinto que debía equilibrar los intereses nacionales con los privados, donde estaban involucrados grandes empresarios británicos y franceses. Para resolver estas delicadas cuestiones fue nombrado Delegado Fiscal de Tarapacá el señor Baltasar Sánchez Fontecilla. Otra serie de funcionarios fueron en su auxilio, y aún cuando no fue fácil volver a mover a la industria salitrera, el 5 de enero de 1880 el jefe de hacienda del territorio ocupado, Miguel Carreño, envió el telegrama anunciando el embarque de los primeros 1.164 quintales por ese puerto.

Chile comenzaba así a recibir los ingresos que, arrebatados a las arcas peruanas, ahora irían a insuflar aire a las ahogadas finanzas del país. Al menos los medios económicos para arremeter grandes jornadas de la guerra comenzaban a entrar lentamente al fisco.

Tomado del Internet

 

  

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