El Monasterio de Santa
Catalina de Siena, o Convento de Santa Catalina, es un complejo turístico
religioso ubicado en el centro histórico de Arequipa, departamento de Arequipa,
Perú.
Ubicación
La ciudadela se ubicó al sur
del Perú en la ciudad de Arequipa fundada el 10 de setiembre de 1579 y ubicada
en una zona que destaca por su belleza natural, clima acogedor y que dispone de
un gran material con el cual se construye y se sigue haciendo la arquitectura
de esta ciudad, el Sillar. En el monasterio existen dos tipos, el sillar blanco
que proviene del Volcán Chachani y el rosado del Misti, este último emblema de
la ciudad. La ciudadela ocupa un terreno de 20.000 metros cuadrados y está
absolutamente aislada de la ciudad a pesar de que se ubica en el corazón de
ésta. Un gran y sólido muro de 4 metros de altura aislaba la vida de las
mujeres que habitaban el monasterio.
Reseña histórica
El virrey Francisco Toledo
otorga la licencia necesaria para la fundación del tan deseado monasterio que
solicitaba la ciudadanía. Doña María de Guzmán, viuda de Diego Hernández de
Mendoza, decide recluirse en el monasterio en construcción cediendo para ello
todos sus bienes. El 10 de septiembre de 1579 se realiza la memoria de la
fundación del monasterio firmada por el Cabildo, regimiento de la ciudad y el
obispado del Cusco, nombrando a María de Guzmán como la “Primera pobladora y
priora de dicho Monasterio”. El 2 de octubre de 1580 se realiza una misa mayor
en la ciudad para que desde ese día comenzaran los hábitos. Las mujeres que
ingresaron como monjas al monasterio fueron criollas, mestizas y hasta hijas de
familias nobles. La historia cuenta del ingreso de las denominadas “monjas
pobres” que sin tener hábitos, ni abrazar la vida religiosa, ingresaban a
ejercitar sus virtudes y ser emperatrices de muchas otras. Se sabe que a
mediados del siglo XVIII, la ciudadela contaba con más de 300 mujeres de hábito
y doncellas de servicio.
Arquitectura
El encanto de esta ciudadela
reside en la solidez y plasticidad de sus volúmenes, y la belleza que maestros
y alarifes lograron en la arquitectura de esos recintos mediante soluciones
arizantes como los arbotantes o la construcción de recias arquerías asentadas
sobre pilares.
En los interiores, las
cúpulas y las cubiertas de bóveda amplían considerablemente el espacio y
aumentan la sensación de fortaleza de los edificios. Se percibe así mismo,
sobre todo en la zona de las callejas, la intervención de albañiles que,
carentes de un diseño propiamente arquitectónico, fueron levantando muros,
tejados, celdas, patios y portadas de sencillo planteamiento.
El actual edificio atesora
espléndidas piezas de arte, como un altar barroco de madera tallada y dorada,
de un cuerpo y tres calles, que exorna la capilla, y varias pinturas de la
escuela cusqueña.
Debido a los constantes
terremotos que se vio afecto el monasterio, las familias de las religiosas
optaron por construir celdas únicas y privadas para cada uno de ellas. Lo que
provocó que hubiera sectores ordenados y a falta de un plan otros con un
notorio desorden. Durante casi dos siglos en la época virreinal, los claustros
y celdas del monasterio han sufrido diversas modificaciones, agregados y nuevas
construcciones que hacen que Santa Catalina se haya convertido en un mostrador
escala humana de la arquitectura colonial arequipeña.
Portada del Monasterio
La portada de ingreso está
adornada con un relieve de Santa Catalina de Siena, bajo cuyo patrocinio se
fundó el convento. Está labrado en el sólido muro de sillar que bordea toda la
manzana. La sobria sencillez de formas y color de esta portada, contrasta con
el alegre colorido que el visitante encontrará en los ambientes interiores.
Torre del Campanario
La distinguida torre que
luce el Monasterio de Santa Catalina fue construida en 1748 siendo Presidenta
del Consejo, la supriora Sor Catalina de San José Barreda y Obispo Juan Bravo
de Rivero. Su campanario tiene cuatro campanas dispuestas con frente a las
calles que rodean el monasterio: Con frente a la calle Santa Catalina (al este)
una antigua campana sin ninguna inscripción. Con frente a la calle Ugarte (al
sur) está la campana más antigua con la inscripción “Santa Catalina Ora
Pronobis ,1749”. Con frente a la calle Bolívar (al oeste) existe la campana con
la inscripción “R.M. María de Villegas, 1787”
Iglesia
Bella y antigua iglesia de
larga nave y de cúpula de media naranja, que tiene una construcción de planta
básica de 1660 aproximadamente. Debido a diversos terremotos que sacudieron la
ciudad de Arequipa desde la época de la colonia, ha sido reconstruida varias
veces respetando su original diseño. Su altar principal es de plata repujada
que representa un trabajo muy esmerado, con bellos y delicados motivos
religiosos, de los antiguos artesanos a los que se les encomendó la obra. En la
misma encontramos interesantes habitáculos para los confesores de las
religiosas que se encontraban en clausura. Asimismo, se aprecia un bello altar
dedicado a la Beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo. Existe una gran reja de
metal entre la iglesia y el coro bajo, que es donde se ubicaban y lo siguen
haciendo las religiosas para la celebración de la sagrada misa, para separar la
clausura del mundo exterior. En la parte superior se encuentra el coro alto
donde hay un grande y antiguo órgano europeo de muy bella manufactura.
El Convento de Santa
Catalina, se envolvió en un velo de misterio y silencio hasta 1970 en que una
parte grande del convento abrió sus puertas para el público. Las religiosas
permitieron que una empresa privada lo administrara. Todavía viven monjas en el
área norte del complejo.
En gran parte fue restaurado
para poder lograr un mejor atractivo del público, conservando su planta y
características originales. Las pequeñas calles y claustros están llenas de
flores coloridas y las paredes son pintadas en tintes frescos. Los callejones
estrechos llevan a las diversas partes del convento que atraviesan por sitios
pintorescos y sitios de estar y dormir con los muebles originales.
Convento de Santa Catalina.
Al interior se puede
apreciar el claustro de la beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo la cual fue
beatificada en la visita de Juan Pablo II en 1985 debido a su ejemplar vida
conventual y a la atribución de algunos milagros. Uno de ellos aprobado por la
Iglesia, fue una curación de un cáncer uterino verificado en el primer tercio
del siglo pasado. La favorecida, doña María Vera de Jarrín, vivió más treinta
años después del prodigio.
Fuente: Wikipedia