La historia de fantasmas en la Casa Matusita es quizá la leyenda urbana más conocida y famosa de la ciudad de Lima. Y como toda leyenda urbana repetida y aumentada, sus historias muchas veces terminan convenciendo a los que la escuchan.
La
historia del lugar se remonta a muchísimos años antes de la construcción
de esta misteriosa casa. El lugar era donde pasaba la antigua muralla que
rodeaba Lima que fue construida en 1680. Según los planos y las descripciones,
lo que había tras las murallas generalmente eran huertos y chacras de cultivo.
Esto
contradice un poco la primera historia de terror que se cuenta de este lugar:
“que la primera propietaria fue una dama europea llamada Parvanech Dervaspa,
quien llegó a Lima en 1735 y que fue acusada por la Santa Inquisición como
hechicera. Esta acusación se debió a que muchos de los vecinos de Parvanech
aseguraban que ella tenía la habilidad, a través de ritos, de curar algunas
enfermedades que en ese tiempo acechaban la capital.
La
Iglesia la consideró una bruja y la capturó para el respectivo juicio o auto de
fe que la Inquisición realizaba en Lima desde 1573.”La contradicción está en
que una “dama europea” difícilmente viviría en un lugar inhóspito como lo eran
los exteriores de la muralla, y que en los archivos de la Inquisición la última
mujer en ser condenada a la hoguera fue "María Francisca Ana de Castro,
alias la madama Castro, natural de Toledo, vecina de Lima, de cincuenta
años", en el año de 1736, y después no hay datos de ninguna mujer que haya
sido quemada en la hoguera por herejía o brujería (Historia del tribunal de la Santa Inquisición de Lima: 1569-1820. Tomo
II, Capitulo XXIV).
Entre
1855 y 1860 se construye en esta zona, dentro de la Muralla, la Penitenciaria
de Lima (actual Centro Cívico-Real Plaza y Hotel Sheraton) y tras la demolición
de la muralla en 1869 se empiezan a hacer construcciones en la zona donde está
hoy la Casa Matusita. La más importante fue el Colegio San José de Cluny, cuyo
edificio aun existe abandonado en la esquina de las avenidas Wilson y Bolivia.
Aquí
entra otra historia relacionada a la casa Matusita: “se construyen alrededor de
la Penitenciaria casas que eran usadas por los oficiales para interrogar a los
acusados, usando métodos que muchas veces llevaron a la muerte”. Se dice que la
propiedad fue usada para estos menesteres y que por ello es un lugar cargado de
dolor e historias violentas. Luego la casa queda abandonada y en ruinas hasta
el año 1873, donde supuestamente es comprada y reconstruida por una familia
japonesa.
Es aquí
donde sucede un crimen pasional, donde el jefe de familia asesina a los demás
miembros de la casa, antes de suicidarse finalmente. Sin embargo, no hay
registros ni policiacos ni jurídicos acerca de un crimen de esa naturaleza
cometido en esos años y en esa zona de Lima, y además según la web de la
Asociación Peruano Japonesa, los primeros inmigrantes japoneses llegaron a Lima
el 3 de abril de 1899 a bordo del barco Sakura Maru.
En 1925
la casa es comprada por la familia Andrade Fernández. En la edición Número 73
de la revista Etiqueta Negra se cuenta lo siguiente: “La propietaria de la casa
es una mujer de noventa y seis años, que goza de buena memoria. Se llama Lidia
Andrade Fernández viuda de Thierry, y recuerda con cariño todos los años de
felicidad que pasó en el segundo piso con sus cuatro hermanos y sus padres.
Ellos compraron la casa en 1925. Andrade vivió allí desde los doce años.
Recuerda muy bien los detalles: los techos eran «altos y las cornisas
hermosamente talladas»; había dos salas, un comedor, un «escritorio de papá» y
un «balcón redondo en la esquina de la casa y que hoy ya no existe. Un balcón
único en el que a mí me encantaba estar, porque desde ahí veía las dos calles».
La señora Andrade sólo tiene recuerdos gratos y se enoja cuando alguien
menciona los fantasmas. La única persona que falleció en esa vivienda –recuerda
en la casa donde ahora vive, en un barrio residencial de Lima– fue su padre, un
hombre tan «amado por el pueblo» que el propio presidente Augusto B. Leguía le
llamaba “El Presidentón”. Murió de una muerte natural. Su esposa quiso evitar
los recuerdos dolorosos y por eso, al enviudar, a mediados del siglo pasado, se
marchó de la casa con sus hijos. Ésa fue la única sombra auténtica sobre el
predio familiar. Una historia como la de cualquier familia libre de grandes
misterios.”
Después
de ello y como muchos limeños sabemos, la casa fue arrendada a una ferretería
llamada Matusita, de la que toma el nombre que hasta hoy le conocemos. Aunque
la ferretería ocupaba el primer piso, el segundo piso se veía abandonado. Desde
la calle se observaba la ausencia de ventanas y en las noches la oscuridad del
interior era total. A principios de los años 80 empiezan a circular versiones
que la casa estaba “embrujada”, que algunas personas habían ingresado y salido
luego despavoridos. Casualmente también, al frente de esta casa se ubicó el
local de la Embajada de los Estados Unidos, eran años difíciles para la
diplomacia, la guerra fría estaba en pleno auge y el tema de espionaje era
noticia de todos los días. Entonces los más escépticos empezaron a decir que
toda era una historia creada por el servicio de inteligencia de la embajada
para evitar que esta sea ocupada por eventuales espías y puedan desde allí
tener una vista privilegiada del local diplomático norteamericano.
Para
acrecentar la leyenda de esta casa, en esos años un famoso conductor de Panamericana
Televisión, el Sr. Humberto Vílchez Vera como resultado de un reto lanzado en
su programa dijo que pasaría una noche entera en la casa Matusita. Hubo cámaras
que lo grabaron entrando, que “esperaron” horas fuera de la casa, y que luego
lo grabaron salir corriendo de la casa e ingresado a una Ambulancia. Las
noticias de la época decían que había visto fantasmas y que había perdido la
razón.
Sin
embargo, el mismo Vílchez Vera años después escribió un libro de sus memorias
en las que él dice respecto a este suceso: “La palabra de un ídolo de la televisión es una palabra
fundamental y yo había anunciado que entraría la casa embrujada. Nunca entré
pero todos me vieron entrar, nunca hablé con un fantasma pero ellos me miran
como si me hubiera convertido como un ciudadano del más allá. Bromas imbéciles,
cuentos de aparecidos e invenciones fantásticas en torno a ese hombrecito de
televisión que un día pretendió acaparar la atención nacional logrando un
rating del 100 por ciento”.
Ahora,
saquen ustedes sus propias conclusiones...
(Blog Lima la Única, Revista Etiqueta Negra Nº 73 – Texto: DP)