Es la provincia más pequeña de Áncash
pero es la más grande en acervo cultural
Corongo no se dejo avasallar
por el progreso: Mantuvo su cultura, sus danzas anteriores a la Conquista, el
llajuash (una variedad del quechua) y no toleran ni borrachitos ni ladrones.
Llegar a Corongo es una
maravillosa aventura porque se debe recorrer el Callejón de Huaylas de punta a
punta antes de enfrentarse a los 35 túneles del Cañón del Pato. En el caserío
de Huarochirí, la carretera afirmada se aparta del rio Santa y trepa hasta la
exultante meseta que acoge al pueblo de La Pampa, famoso por su cuy chactado.
Después se toma por asalto Corongo (3,141 m.s.n.m.), pueblo que se hizo
conocido por sus pallas, danza ancestral que constituye su savia, su vitalidad,
su pasado y su futuro. Hasta Maju Mantilla lució una pieza palla al coronarse
como soberana mundial de belleza en el 2004.
No obstante, es terriblemente
injusto definir a Corongo solo por sus pallas. Es una reducción inaceptable. Es
uno de sus pueblos donde el ´pasado siempre está presente, pero con dignidad y
buen gusto. Desde sus sobrias puertas y sus balcones de madera tallada, sus
acogedores patios interiores, su mar de tejas, sus calles empedradas, hasta el
exquisito puente de calicanto. Y desde el mirador de San Cristóbal, en medio de
ondulantes trigales, se tiene una soberbia vista del nevado Champará. En la
parte alta, lagunas de notable belleza terminan de pincelar este paraíso.
El alojamiento se hace en el
Hotel Municipal y en el Hostal Marreros. Las pallas danzan exclusivamente en
Junio, (27, 28 y 29) en la fiesta de San Pedro.
Roque Puell López Lavalle