Colonos
del Pozuzo. 1925. La inmigración alemana y austriaca al Perú en el siglo XIX.
Eduardo Vásquez Monge.
El Perú es un vergel de
pequeñas colonias extranjeras, cada cual aportando a la peruanidad su riqueza
cultural pero también en algunos casos, hiriéndola con su pobreza moral. Pero
al acercarse el bicentenario de nuestro país como república, la gratitud peruana
resalta siempre a las colonias china, japonesa e italiana y con justicia.
Pero, la mayoría de peruanos
ignora a los nativos del Tirol (Austria) y Renania (sureste de Alemania), de
los viñedos empobrecidos del valle del Mosel y del valle superior del río Inn
regiones que a mediados del Siglo XIX padecía hambruna y miseria. Queriendo
buscar la América unos 300 tiroleses y renanos escucharon de Damián barón von
Schutz-Holzhausen, noble del ducado de Nassau (Renania Palatinado), las
trompetas de la promesa de una nueva vida. En 1855 el barón había conseguido
del gobierno peruano un contrato para traer 10 mil alemanes a colonizar el
Oriente del país, a cambio de proveerle Lima de un camino de la capital hasta
Pasco hasta su ceja de selva además de semillas y ganado.
El barón von
Schutz-Holzhausen convenció a sus paisanos y los embarcó en un velero guanero,
el Norton, realizando los 300 la travesía de Amberes (Bélgica) al Callao,
llegando al Primer Puerto el 20 de julio de 1857. Los germanos conocieron
entonces y de la peor manera la politiquería criolla nacional de promesas
falsas y palabras sin peso ni valor.
Ni carretera a Pasco ni semillas
ni ganado les esperaban. Los 300 tiroleses y renanos tuvieron que llegar a la
ceja de selva de Pasco por su cuenta encabezados por el barón y el sacerdote
católico José Egg. De los 300 llegaron sólo 170 en 1859 muriendo varios en el
trayecto y algunos prefirieron quedarse en ciudades o pueblos en el camino.
La tierra prometida se
llamaba Pozuzo, a 360 km al noreste de la ciudad de Cerro de Pasco, es decir, a
5 días de la civilización. Pozuzo en 1859 era un lugar aislado, de jungla
tupida y sin siquiera trochas, pero surgió la disciplina y organización
germana, iniciando por definir las 42 parcelas de 100 pasos de ancho cada una
por familia, que comprenderían lo que sería su nuevo hogar, su nueva pequeña
patria. En 1868 arribaron 200 tiroleses más pero unos años después el gobierno
de Manuel Pardo ve frustrado su ambicioso plan de comunicar el Perú con decenas
de vías férreas al encontrar las arcas fiscales vacías a pesar del boom del
guano. Es decir, jamás llegó un tren a Pasco desde Lima y menos a Pozuzo.
El barón von
Schutz-Holzhausen y sus paisanos en el valle del Inn, fueron dejados a la
ventura de Dios. Contra toda lógica, para 1889 los alemanes habían fundado otra
colonia en Oxapampa y para 1928, la de Villa Rica y el número de colonos
aumentó a casi 2,000. A partir de 1943, los tiroleses y renanos fueron
uniéndose con nativos y criollos peruanos pero ello no les impidió preservar su
herencia cultural austro-germana tanto en su arquitectura como en ciertas
costumbres del Tirol. Hoy ascienden a 240 mil los descendientes de los primeros
colonos tiroleses y renanos que salieron sin un duro del puerto de Amberes hace
161 años, 9 mil de ellos siguen en Pozuzo. Ejemplo de perseverancia y tesón,
los germano-peruanos aportan al Perú con una pujante industria forestal,
ganadera, agrícola y turística en un rincón del país construido literalmente de
la nada.
Fuente: “Valorización
de la identidad tirolesa en Pozuzo (Pasco-Perú). Potencialidades y límites de
la diversidad cultural”. Martina Neuburger y Ernst Steinicke. Universidad de
Innsbruck. 2010.