viernes, 30 de julio de 2021

Penitenciaría de Lima


La cárcel más antigua del Perú, llamada la Penitenciaría Central de Lima, conocida también como El Panóptico por su diseño panóptico, ese tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII tenía como objetivo permitir a su guardián, guarecido en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estos puedan saber si son observados, el efecto más importante del panóptico es inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantizaría el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no "ver sin ser visto".

Fue construida entre 1856 y 1860, por disposición del presidente Ramón Castilla debido a la carencia de un sistema carcelario en el país. Fue inaugurada en 1862.

Se encontraba al sur de la ciudad, cerca de la puerta de Guadalupe de la Muralla de Lima (la Muralla de Lima fue una fortificación constituida principalmente por muros y bastiones cuya finalidad fue defender la ciudad de posibles ataques del exterior, especialmente de piratas, corsarios y ataques de los enemigos de la corona española en el siglo XVII. La muralla fue construida entre 1684 y 1687 durante el gobierno del virrey Melchor de Navarra y Rocafull y poseía 10 portales de ingreso y salida: Martinete, Maravillas, Barbones, Cocharcas, Santa Catalina, Guadalupe, Juan Simón, San Jacinto, Callao y Monserrate).

El panóptico se trataba de un moderno edificio para la época. El frontis del edificio reflejó un estilo arquitectónico de severidad, en su interior incluían zonas donde los presos trabajaban durante el día y celdas donde se recluían en las noches.

El edificio existió por casi 100 años y en él sufrieron prisión personajes como el presidente Augusto B. Leguía, confinado allí luego del golpe de estado que lo defenestró del poder, aunque no murió en la prisión sino en el Hospital Naval de Bellavista.

Fue cárcel hasta 1961, siendo posteriormente demolida. En su lugar se levantan actualmente el Centro Cívico de Lima y el Sheraton Lima Hotel & Convention Center (no se pudo prever lo que sobrevendría con la expansión urbana, terminaría ubicando esa prisión en una de las zonas más céntricas de la ciudad), que fueron construidos durante el gobierno del General de División Juan Velasco Alvarado.

Tenía 28,870 metros cuadrados, con tres pisos de diferentes materiales: el primero de piedra, para las habitaciones y talleres de los presos; el segundo de ladrillo, donde se ubicaban las oficinas administrativas; y en el tercero de “telares dobles”, para la casa del director, los empleados, la enfermería y la capilla.

Así era la Penitenciaría Central de Lima en sus primeros tiempos:

Presos y presas, mayores y menores de edad, debidamente divididos por gruesas paredes y amplios patios, todos en sus respectivos pabellones, eran la población penal que acogió el principal centro carcelario del país, activo durante 99 años, de 1862 a 1961. En ese lapso de tiempo la ciudad creció en gente y delincuencia, y en consecuencia el penal se hacinó rápidamente. Los sucesivos gobiernos del siglo XIX y XX ampliarían la infraestructura con nuevos pabellones sin salir del perímetro que, con el paso de las décadas, fue rodeándose de avenidas importantes, instituciones, casas y negocios. La vida real y cotidiana acorraló al viejo penal, convirtiéndolo en un edificio que estorbaba el desarrollo de la capital.

El 23 de julio de 1954, cuando se conmemoraban los 92 años de fundación del panóptico limeño, el gobierno de Manuel A. Odría colocó una placa, este no tenía ningún apuro en cerrar el local histórico. El cierre sería decisión del siguiente gobierno, el de Manuel Prado. Se eligió el penal de la isla de “El Frontón” para reemplazarlo, donde debía hacerse obras de ampliación para recibir a más presos. A inicios de febrero de 1961, empezaron las obras en la isla penal. Para entonces el Panóptico por derrumbarse estaba dividido en dos zonas: la “Cárcel Central de Varones” y la “Penitenciaría”.

En la primera, que ocupaba un tercio de toda la manzana, había en total 1,400 presos. El hacinamiento era total, con celdas pequeñas que convertían a los pabellones en verdaderos socavones (en peores condiciones estaban las famosas “celdas de castigo”). Para atenuar la población penal, a mediados de junio de 1961 fueron liberados de esa cárcel unos 300 delincuentes primarios, de bajo peligrosidad. En la otra zona, propiamente la “Penitenciaría”, que ocupaba los dos tercios restantes, se contabilizaron 490 reclusos, de los cuales 67 fueron indultados, otros 200 terminaron en diversos penales del país y los 223 restantes, llevados en dos grupos al temido “Frontón”.

Solo los sentenciados fueron trasladados al nuevo penal de la isla frente al Callao. Iban según el avance de las obras. Al menos ese era el plan. Sin embargo, ante la lentitud de esas obras y la necesidad del traslado, las autoridades llevaron a la mayoría de detenidos al antiguo penal de “El Sexto”, complicando aún más el hacinamiento de ese otro centro carcelario del Cercado de Lima. De esta forma “El Sexto” se convirtió en una bomba de tiempo en medio de la capital.

Mientras el presidente Prado regresaba de una larga gira de 26 días por Asia, el panóptico desaparecía piedra tras piedra. Para fines de junio de 1961, con ningún personal interno en sus instalaciones, salvo algunos guardias civiles como custodios del local, se realizó la primera convocatoria de la licitación para la subasta de los terrenos del local.

Desocupado durante ocho años (1961-1969), recién en 1970 esa gran manzana empezó a ver crecer un nuevo local: el Hotel Sheraton, que se inauguró en marzo de 1973. Cuenta la leyenda que en su construcción, por las noches, entre sus muros y columnas, se escuchaban voces y se veían sombras supuestamente de los fusilados en el patio del viejo panóptico. Quizás los mismos fantasmas hayan atravesado las paredes del inmueble de al lado, el Centro Cívico de Lima, que el gobierno militar inauguró al año siguiente.

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