Las instalaciones eran precarias, la mayoría confeccionada con frágiles troncos de los árboles, considerando el hacinamiento de la mayoría de los animales, podría haber sido un lugar peligroso, pero no recuerdo algún percance significativo, aunque eventualmente sucedían imprevistos delante del público visitante ocasionado generalmente por los monos.
En mi poema "Fotografías de Barranco" incluí un par de estrofas que evoca aquel singular parque:
Y es que un día de principios de la década de 1960, en las calles barrranquinas se escuchaba que debíamos permanecer en nuestras casas porque el tigre había huido de su jaula ante un descuido de los vigilantes.
Pero así como un día fue el tigre, otro día fueron los monos, y hasta el còndor, hasta que una mañana se vio partir al elefante hacia su nueva morada. Era el año 1970, en todos los animales fueron fue trasladados al Parque de Las Leyendas del distrito de San Miguel, tiempo en que la elefante debió caminar todo ese recorrido.