El nombre del Perú no significa, pues, ni río, ni valle, ni orón o troje y mucho menos es derivación de Ophir. No es palabra quechua ni caribe, sino indohispana o mestiza. No tiene explicación en lengua castellana, ni tampoco en la antillana, ni en la lengua general de los Incas, como lo atestiguan Garcilaso y su propia fonética enfática, que lleva una entraña india invadida por la sonoridad castellana.
Las Fiestas Patrias del Perú
son las celebraciones nacionales anuales que celebran la Independencia del Perú
después del dominio de España.
Constan oficialmente de dos
días:
1. El 28 de julio, en conmemoración a la declaratoria de Independencia en Lima por
parte de don José de San Martín (el acta se firmó el 15 de julio de 1821).
2. El29 de julio, en honor a las Fuerzas Armadas de la República del Perú y a la
Policía Nacional del Perú.
Las celebraciones de Fiestas
Patrias coinciden con la semana de vacaciones por parte de las escuelas y
algunas instituciones. Junto a la Navidad, las Fiestas Patrias significan la
mayor y principal celebración del año y es usual que los comercios generen
tantas ganancias como en el mes de diciembre.
El turismo interno y externo
crece especialmente en estas fiestas ya que con los feriados, la gente suele
visitar diversas zonas turísticas del Perú y ser parte de estas celebraciones.
Cabe destacar que durante el siglo XIX, las fechas conmemorativas más importantes
eran el 28 de julio (Declaración de la Independencia), el 9 de diciembre
(Batalla de Ayacucho) y la fecha de cambio de mando presidencial.
El día 29 de julio
Primera Brigada de Fuerzas
Especiales durante la Gran Parada Militar de 2016.
El día 29 de julio, las
celebraciones son realizadas en la mayoría durante la mañana, aunque las
celebraciones propias se realizan durante la tarde.
Gran Parada Militar
En la ceremonia participan
las Fuerzas Armadas de la República del Perú y la Policía Nacional del Perú. A
lo largo de la Av. Brasil, se instalan palcos con toldos de color rojo y
blanco, en alusión a los colores patrios. Durante la ceremonia desfilan
representantes de las tres Armadas y la Policía Nacional, junto con los
invitados.
Cada institución castrense
es acompañada por su respectiva banda. En esta ceremonia se muestra parte del
material bélico del Perú, aunque los armamentos más especializados no son
mostrados como política de Defensa. El personal desplegado es mínimo y la
seguridad extrema.
Bueno, ha llegado el momento, el momento esperado siglo y medio, para que de la antigua vasija de mi canto extraiga este grito de barro estremecido. ¡Viva el Perú Carajo!
Vivan las espumosas olas, sobre las que llegó la historia de Dios en totoras y velas desafiantes. El océano largo y submarino de infinitos profundos habitantes. El voluptuoso cetáceo, las gaviotas, las algas, el bonito y el humilde guanay que ha digerido a millones de libras esterlinas Este es mi mar, mis islas, mis arenas, mis remos, mis atardeceres y mis redes. ¡Viva el Perú Carajo!
Viva este monumento de piedras levantado sobre cimas de la eternidad donde el tiempo no se atreve a morir. Viva esta huaca donde anduvo la raza de los viejos abuelos, abuelos a su vez de ocho millones de serranos, que quedan allá arriba, prendidos en las cumbres; y aquí abajo, servidumbre barata de las casas de Lima, mozos del mayorista, ebrias, turbias, postergadas gentes de las barriadas, emolienteros, vendedores de fruta, carretilleros, públicos sudorosos de los coliseos, chimpunes, driles y camisas de mugre. ¡Viva el Perú Carajo!
Este río es peruano, y es su cuna, una huraña fuente enclavada en la cumbre que vacía y llena el hechizo del cielo, gota a gota o en tempestuosas lluvias. Viene en su lecho con limos y polvos minerales, sembrando valles, preñando y alumbrando padre y madre a la vez la vida de los hombres y de las plantas. Los animales, las aves y los peces, Indios, mariposas, cholos, blancos, negros, leche, rosas, todo, todo lo siembra el río, que bajó desde la nube con fuerza creadora. ¡Viva el Perú Carajo!
Viva esta selva sembrada por el propio Señor, una fresca mañana cuando pasó el diluvio, el día que sus dedos, modelaron su mejor creación sobre el Planeta. Aquí la fuerza desata un huracán de lluvias y de orquídeas, llanuras de verdor cubren la tierra donde se enroscan rios y serpientes. Vuelan los guacamayos, parlotean los monos trapecistas mientras, río arriba surca una canoa en la que van amándose Carlos Rumichi y su María, seguros de que el río ha de traerles junto a la cesta de peces, el hijo prometido. Viva el hombre peruano, al que no espanta la dura geografía que Dios nos entregó como instrumento; sobre las conmociones cataclísmicas que agitan los cimientos de los mares y la Tierra. Sembramos, desafiando terremotos, nuevas ciudades, nuevas casas, las riegan las lágrimas transidas de las viejas, de los huérfanos niños, de los hombres. Ja, ja, ja, ja, ja, ja Nosotros somos súbditos del temblor y el terremoto. ¡Viva el Perú Carajo!
También al huayco, a las inundaciones, las sequías, les sabemos su cara de miseria. Sus derrumbes, sus vértigos de sangre, les conocemos desde viejas edades. Y para todas esas camaradas desdichas, hay un Pedro Quispe y una Juana Flores, que a fuerza de coraje, de sudor, de esperanza, han atrapado un rayo enfurecido entre sus manos y lo han hecho una estera de amor, un duro adobe, ladrillo rojo, una vivienda rústica, una torre; el perfil majestuoso de una iglesia, un pueblo, una ciudad y una costa o una sierra de continuadas urbes que se levantan y caen sin miedo a nada: ¡Viva el Perú Carajo!
Para Sujchi, comunero, es este canto, este fuerte carajo enternecido para sus caminos vecinales y su escuelita de tejas, donde el hijo aprenderá qué es el Perú. Vivan los artesanos, los mineros, los duros labradores que no moran en Lima que han hecho de la Luna, un lamparín de esquivo kerosene, encendido en el techo de los cielos.
Viva el hombre de chullo que solo come camote y charqui bebe jarros de chicha, repletos de tristeza. Viva su poncho rojo, sus cansadas ojotas, su lánguido charango, las ubres de sus cabras; el seno prieto y duro de sus cholas, su leche tibia, llena de amor y vida. ¡Viva el Perú Carajo!
Para Aurelio Celada, caporal de la hacienda costeña, es este canto de carbón y uva negra como el mejor color de su pellejo. Para el duro trajín que le reclama músculos de antracita, firmes muslos para sus grilletes vencidos, sus leyendas de arcángeles, zambos, guitarristas, marcadores de punta, centro foward, soldadores de gallos, cinturas de alcatraz y cajoneros. Ja, ja. ja, ja, ja, ja… ¡Viva el Perú Carajo! jo, jo, jo, jo, jo, jo…
Para tirar un carajo por mi patria, he pedido prestada su cristina de dril a mi hijo Alberto y en la hebra de luz de un blanco cabello de mi finada madre, lanzo un sonoro grito que me nace de las venas, con estruendo de vida, clarinada del alba al cielo puro. Para tirar un carajo por mi patria, he levantado en sedición a las palomas, garras de cóndores son ahora sus patas, otrora delicado pistilo hoy convertido en lanza. Este niño que toca una corneta en los desfiles de julio, es Juan Mariño, es hijo de la estera, del barro y de la caña brava. Es Juan Mariño, hijo de la barriada sobrino del triciclo, primo del anticucho. Sobre el lomo del cerro tirita frígido, tiene hambre, en las manos y en las tripas y aunque sólo es dueño de su uniforme comando, es Juan Mariño, el que toca una corneta en los desfiles de julio. Para tirar un Carajo por mi patria, préstame Juan Mariño la trompeta, tu trompeta de bronce retumbante, quiero lanzarle al mundo un coro de trompetas. ¡Viva el Perú Carajo!
¡Oh! río huraño. ¡Oh! seca pampa, ¡Oh! larga costa, ¡Oh! Huascarán, Huandoy, nieves eternas. ¡Oh! tranquilo molusco, cactus, piedras, qenqo, Sacsayhuamán, Chavín, piedra de siglos. ¡Oh! poncho, lampa, flecha, choclo, nube, gaviota, prestadme vuestras voces de siglos para inundar de amor todo el paisaje ¡Viva el Perú Carajo!
Amo esta dura arcilla, amo este crisantemo y sigo enamorado del olor del romero. Porque estas cosas viejas, conciertos de canarios, cuadernos de dibujo, helechos y retratos esfumados no conduelen mi vida, sino al contrario, alientan las sudadas camisas de mi paso y en la beligerancia de todas las batallas afírmase este grito: ¡Viva el Perú Carajo!
¡Viva el Perú!, mi patria, sobre todo este rectángulo que es mi única propiedad sobre la tierra, donde los huesos de mi madre dicen aun sus rezos preferidos, sus preocupaciones. ¡Viva el Perú!, mi patria, la de mi hijo, de mis amigos buenos, la mujer que me ama, mi provincia, mi derruida casa. Y cuando los diarios digan: el Perú perdió en fútbol, el Perú país pobre, vino otro terremoto, se secaron los ríos, se enlodan los políticos, bajó el sol, se perdió la cosecha, repicaremos desde el fondo de los huesos, el grito poderoso de los hombres de esta tierra, cargada de coraje y de optimismo para decir; como si arrojáramos balas: ¡Viva el Perú Carajo!¡Viva el Perú Carajo! ¡Viva el Perú Carajo! ¡Viva el Perú Carajo! ¡Viva el Perú Carajoooooooo!