martes, 23 de agosto de 2022

B.A.P. Unión

 

El comisionamiento y afirmado del Pabellón Nacional del Buque Escuela a Vela, Buque Armada Peruana (BAP) Unión, realizado a inicios del año 2016, constituye un hito en la historia naval peruana, un momento de orgullo patrio y una ocasión de justo reconocimiento a la decisión política, a las capacidades técnicas, a la cooperación internacional y a la vocación de grandeza. Este buque escuela a vela honra nuestra historia rememorando a la mítica corbeta Unión (1865), comandada por Miguel Grau, así como al lema de la República “Firme y feliz por la Unión”. También recuerda nuestra tradición prehispánica con la imagen del inca Túpac Yupanqui, el inca Navegante, el gran explorador del Pacífico sur, montada por el sol del Perú en el mascarón de proa. Fue encargada a la escultora Pilar Martínez, mide más de 4 metros del sol a sus pies. El Unión constituye una manifestación concreta del proceso de modernización de las Fuerzas Armadas emprendido por el gobierno del ex presidente Ollanta Humala, un emblemático proyecto hecho realidad cuyas características (palos, eslora o largo total con bauprés de 115,5 m, desplazamiento de 3200 toneladas y capacidad para 257 personas) lo hacen el buque escuela a vela más grande y veloz que haya sido construido en Latinoamérica, al mismo tiempo que evidencia la capacidad técnica de los peruanos, que, en los astilleros del SIMA (Servicios Industriales de la Marina), llevaron a cabo este proyecto aplicando los más altos estándares internacionales.



Por primera vez en más de un siglo, el Perú cuenta no solo con un navío emblemático, sino también, con un instrumento fundamental para que los futuros oficiales de la Marina de Guerra aprendan las artes de la navegación en la vasta extensión oceánica.


Considerado como parte del territorio patrio, en el mar y en el extranjero, el Buque Escuela a Vela BAP Unión se constituye también en una embajada itinerante, en representación del Estado peruano, como imagen del poder nacional y marítimo en los ámbitos diplomático, cultural, comercial y militar, cuya misión es contribuir con nuestra política exterior.


Surcando los océanos, irá llevando productos de bandera con la Marca Perú, además de nuestra gastronomía, que podrá ser presentada en los puertos de los países adonde arribe. Además, no solo serán recibidas a bordo las diferentes autoridades de los países a los que arribe, sino también, desarrollará actividades en puerto de la mano de las diferentes instituciones de interés cultural y académico.


Compilado




domingo, 31 de julio de 2022

El niño de Detmond

 
Es una momia bebé encontrada en los Andes del Perú. Actualmente es una de las momias más antiguas del mundo: 6420 años de antigüedad en un buen estado de conservación.

Fue nombrado El niño Detmold por sus dueños Lippisches Landes museum en Detmold, Renania del Norte-Westfalia, Alemania.

Originalmente, la momia era propiedad del Museo Völkerkundliches (Museo Etnológico) de la ciudad de Witzenhausen. Después de que se reconoció un afecto por el moho en la momia, se donó a Lippisches Landes museum Detmold, donde se conservó profesionalmente. En 2010, se examinó a la momia en el contexto del Proyecto de la Momia Alemana y se dio cuenta de la importancia histórica cultural de este objeto.

Funcionarios del Museo Estatal de Lippe en Detmold, Alemania, revelaron que el niño Detmold murió a la edad de ocho a nueve meses después de sufrir una rara malformación congénita del corazón, conocida principalmente como Síndrome del Corazón Izquierdo Hipoplásico (HLHS), una afección con partes del lado izquierdo del corazón no se desarrolla por completo. El síndrome combinado con la neumonía contraída había llevado a la muerte del bebé. También se descubrió que el niño tenía deficiencia de vitamina D y tenía un cráneo anormal de forma cónica. El cuerpo había sido cubierto con lino y enterrado con un amuleto colgado alrededor de su cuello, según reveló una tomografía computarizada.

El niño Detmold estuvo en exhibición en el Centro de Ciencias de California en Los Ángeles, California, junto con otras 45 momias y 95 artefactos diferentes.

Publicada el 6.2.2020

 

miércoles, 29 de junio de 2022

Ati II Pillahuaso (Rumiñahui)

 


Nació en Píllaro hacia 1482 aproximadamente. Fueron sus padres el Inca Huayna Cápac y Nary Ati, princesa de Píllaro; hija de Pillahuaso, Cacique o Ati de Píllaro, San Miguel, Mulalillo y Panzaleo y de la reina Choazanguil.

El verdadero nombre de Rumiñahui es Pillahuaso, tomado de su abuelo. Rumiñahui es solamente un apodo que significa "Cara de Piedra" y así lo llamaban por tener un berrueco o tumorcillo en la niña del ojo.

Pillahuaso es voz de origen "Quitwa", más antigua que el quechua. En cambio "Ati" es quechua y significa "Vencedor, invencible...", título que usaba el viejo Pillahuaso en tiempos de Huayna Cápac, habiéndolo trasmitido a su nieto Rumiñahui.

Debió tener 51 años de edad aproximadamente en 1533 cuando Atahualpa fue preso.

Entonces Rumiñahui y otros Caciques se dirigieron a Cajamarca para hacerlo huir pero viendo que era imposible, "aullando de dolor" regresaron a sus tierras para preparar la guerra contra los invasores. Cuando el 29 de Agosto de 1533 las candeladas anunciaron que Atahualpa había sido ajusticiado en Cajamarca y la noticia se regó por el imperio; Rumiñahui se proclamó Shyri de Quito por ser hermano mayor del Inca, asumió el mando, preparó los ejércitos, los disciplinó y salió a encontrar a los invasores que subían por la sierra al mando del Capitán Sebastián de Benalcázar.

Rumiñahui al verse vencido por Benalcázar optó por huir a Quito donde hizo asesinar a su hermano el Inca Illiscacha y a las vírgenes del templo del sol; luego destruyó y quemó los edificios para que nada cayera en manos de los españoles, retirándose por el occidente a Jatun Sicchos a ofrecer nueva resistencia, escondiendo los tesoros en algún sitio cercano a Píllaro, en la zona de los Llanganatis, donde aún deben estar y no en las cercanías del monte Rumiñahui, conforme se ha aseverado equivocadamente.

A principio de Enero de 1535 Rumiñahui fue apresado por el Cap. Hernando de la Parra y fue trasladado en parihuelas a donde estaba Benalcázar, que lo hizo torturar con otros Caciques para que indique el paradero de los tesoros del Inca; sin conseguirlo, de suerte que cansado de tanto silencio mandó ajusticiarlos, asándolos a fuego lento y sobre una parrilla, en la placeta de la fundación de Quito, porque aún no se había trazado la plaza mayor. Rumiñahui es considerado el héroe de la resistencia nacional indígena de 1534 y uno de los más valientes exponentes de su raza.

En recompensa por sus honorables acciones se realizaron varios monumentos en su nombre uno de ellos fue plasmar su rostro en el billete de "Mil sucres".

Autor: Ruth Posligua

martes, 31 de mayo de 2022

El día que Velasco quiso invadir Chile - 5/8/75


Uno de los objetivos principales del general Juan Velasco fue el regreso de territorios que fueron ocupados por Chile en la Guerra del Pacifico. Se estima que su gobierno gastó dos mil millones de dólares estadounidenses en la compra de armamento a la Unión Soviética.

Según algunas fuentes, el gobierno de turno adquirió entre 300 y 500 tanques T-55, entre 60 y 90 cazabombarderos Su-22, y cerca de 500,000 fusiles Kalashnikov. Se dice que el gobierno estuvo viendo la posibilidad de comprar el portaaviones británico HMS Bulwark (R08) para apoyar la ofensiva.

El “Día D” debía ser el 5 de octubre de 1975, con un ataque masivo por aire, mar y tierra, pero los preparativos militares no pasaron desapercibidos en Chile, que a su vez empezó a prepararse para la guerra.

El dictador Augusto Pinochet tuvo un encuentro con el secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, en el que tocaron este tema. Posteriormente Pinochet declaró en 1999 que si Perú atacaba Chile en 1975, el país habría sufrido una quiebra financiera y “el Ejército peruano habría penetrado hasta Copiapó”.

EL DÍA QUE NO ESTALLÓ LA GUERRA CON CHILE

Durante 1974 y 1975, la tensión prebélica subía y bajaba en Chile. Desde que el general Juan Velasco Alvarado iniciara en el Perú el mayor rearme de su historia, el gobierno del general Pinochet se preparaba para enfrentar un posible ataque peruano. Y aunque pocas declaraciones bélicas se habían cruzado, en Chile persistía la certeza de que, si pudiera, Velasco intentaría recuperar la zona de Arica, perdida en la Guerra del Pacifico.

A fines de julio de 1975, Velasco se apersonó al Pentagonito -sede del Comando de las Fuerzas Armadas-, revisó los planes, analizó los mapas desplegados y entregó sus últimas instrucciones. Luego partió a Arequipa con el fin de arengar personalmente a las tropas: “Soldados -señaló emocionado-, en ustedes recaerá, para la historia, el honor de escribir la página más brillante del Ejército moderno, cuando sus botas pisen nuestro suelo santo de Arica, recién entonces podremos decir: ¡Coronel Bolognesi, puede usted descansar en paz!”.

En noviembre de 1974, se realiza en la línea fronteriza de Perú y Chile la ceremonia del “Abrazo de la Concordia”. Sin embargo, cuando esta estaba en etapa de organización, el comandante chileno Mena recibió una propuesta que lo dejaba en muy mal pie. “Hagamos un desfile -sugirió el general peruano García- donde nosotros pasamos con dos escuadrones de tanques y ustedes con otros dos”.

El comandante chileno no supo qué responderle. “¿De dónde sacaba dos escuadrones, si en todo Chile no los conseguía?”. Afortunadamente los militares peruanos aceptaron la contraposición de Mena de realizar un desfile simbólico, con cada banda instrumental y una treintena de hombres.

Hoy años después aún circulan innumerables versiones de porqué el presidente nunca dio la orden de iniciar el ataque. Una de ellas –de origen peruano- relata que, cuando Perú se aprontaba a lanzar su ataque sobre Chile, los satélites estadounidenses registraron los movimientos de la tropa y la Casa Blanca fue quien detuvo a Velasco Alvarado. Para Estados Unidos, los vínculos peruanos con la URSS eran un fuerte argumento para impedir la agresión, además de que a Washington jamás le ha interesado un conflicto militar en Sudamérica, por las consecuencias que podría acarrear en esta área de su influencia.

Otra versión -recogida por la Marina chilena– apunta a que fue la fuerza naval peruana el gran freno para una incursión bélica. Siendo la Marina la rama más derechista de las Fuerzas Armadas peruanas, y con difíciles relaciones con Velasco durante todo el gobierno, los altos mandos habrían declarado no estar listos en 1975, ya que su rearme había sido el más lento de todos, y su poder de fuego se consolidaría sólo unos años después.

Sin embargo, más allá de las conjeturas, lo que puso punto final al peligro de guerra fue el derrocamiento del general Velasco, en la madrugada del 29 de agosto de 1975. Paradójicamente, el hombre que lo sacaría de Palacio de Gobierno sería el mismo a quien el propio Velasco había señalado como su sucesor, el Comandante en Jefe del Ejército, general Francisco Morales Bermúdez, y uno de los conspiradores del golpe de Estado de 1968.

OPERACIÓN SOBERANÍA

En caluroso día de noviembre de 1978, en Lima, el canciller peruano José de la Puente recibió la visita del embajador argentino, en ese entonces un almirante. Este venía a proponer sin rodeo alguno la alianza militar argentino-peruana en caso de un conflicto con Chile.

La respuesta del canciller peruano fue clara: “Usted tiene la mala suerte de encontrarse con un hombre que sabe mucho de la historia”, le dijo. Sin dejarlo hablar, le relató paso a paso lo sucedido casi un siglo antes, durante la Guerra del Pacífico.

En 1873, Perú, Bolivia y Argentina firmaron un pacto secreto de alianza contra Chile. Mientras los dos primeros lo ratificaron, el tercero no lo hizo, eludiendo así el compromiso firmado una vez que se iniciaron las hostilidades.

“Mientras nosotros perdimos diez y seis mil hombres y parte del territorio nacional -le remarcó el canciller de la Puente al embajador argentino-, ustedes aprovecharon el preciso momento para conquistar pacíficamente La Patagonia”. Y concluyó: “Ahora ustedes quieren que el Perú entre a la guerra, pero después, mientras Chile y Argentina se arreglan, nosotros perdemos Arequipa”. (Tomado del libro “Realidad Nacional”, del Dr. Clemente Manco Villacorta).

“CHILE TEMIA LA INVASION”

La revista chilena “Qué Pasa” publicó hace un tiempo una larga serie sobre los preparativos que hizo Chile para defenderse de un ataque peruano en 1975. La versión mapocha sobre este tema es interesante, pues revela el clima de tensión que vivió el vecino del sur ante la inminencia de una ofensiva militar -básicamente con tanques rusos T-55- del Ejército peruano comandado por el entonces presidente Juan Velasco Alvarado. Aquí unos párrafos de su informe:

“Arica, con una población de 90.000 personas, está en pie de guerra. El Ejército chileno se ha plegado -listo para el enfrentamiento- en la más grave crisis militar de las últimas décadas. Al otro lado del límite las tropas peruanas se levantan en una gigantesca movilización sobre la frontera con Chile. Desde Lima, el gobierno de Juan Velasco Alvarado vuelve a alistar su poderosa maquinaria militar.

No es la primera noche y tampoco será la última en que los soldados ocupen trincheras y arenales, y en la que se teme que, finalmente, Chile y Perú se enfrenten en una sangrienta guerra. Durante meses de larga tensión, una y otra vez se repetirán los hechos. Una y otra vez Arica se aprontará a defenderse en esa larga espera que, desde hace más de un año y medio, vive el norte chileno.

Durante 1974 y 1975 la tensión prebélica ha subido y bajado en Chile, como un tobogán. Desde que el general Juan Velasco Alvarado iniciara en el Perú el mayor rearme de su historia, el gobierno del general Pinochet se prepara para enfrentar un posible ataque peruano. Y aunque pocas declaraciones bélicas se han cruzado, en Chile persiste la certeza de que, si puede, Velasco va a intentar recuperar la zona de Arica, perdida en la Guerra del Pacífico. Todas las Fuerzas Armadas chilenas se han volcado al norte, aunque en Santiago nada de la tensión que se vive se filtrará a la prensa”.

Compilado

lunes, 28 de febrero de 2022

Los conquistadores de raza negra



Seguramente el título del artículo dejará confundido a más de uno pero la interpretación es literal. Pese a lo que muchos creen, en la conquista de América también hubo protagonistas de raza negra y algunos de ellos destacaron los suficiente como para mejorar en la escala social e incluso haber dejado sus nombres a la posteridad.

En general, la presencia de personas de ascendencia africana en las Indias obedecía a la necesidad de mano de obra ante la dramática caída demográfica en las Antillas, derivada de las acciones bélicas y la altísima mortalidad que produjo la difusión de enfermedades para las que la población autóctona carecía de defensas biológicas, muy especialmente de la viruela. Así, a partir de 1502 se empezaron a enviar esclavos negros -unos setenta y cinco mil en el siglo XVI-, considerados más resistentes no sólo a la incidencia de virus sino al trabajo físico mismo.

Sin embargo el régimen esclavista español, dentro de la infamia inherente a su condición, era más laxo que el portugués o el anglosajón y, salvo en zonas muy concretas (por ejemplo las plantaciones de azúcar caribeñas o el litoral pacífico de Sudamérica), el esclavo negro solía ser básicamente doméstico, usado como criado, asistente o simplemente para presumir de servidumbre. El caso es que la manumisión no era rara y muchos la consiguieron, estableciéndose como colonos con empleos típicos tan peculiares como portero (el más habitual, además de vigilar la puerta también convocaba a los concejales a las reuniones), pregonero, subastador, verdugo o incluso gaitero. Pero algunos prefirieron jugársela y enrolarse en las huestes de conquista.

Juan Valiente.- Posiblemente el más famoso conquistador negro, su caso es un poco especial porque aún era esclavo cuando en 1533 le solicitó permiso a su amo, Alonso Valiente, un hacendado de Puebla (México), para marchar cuatro años en busca de fortuna con la promesa de volver y pagar su libertad con las ganancias que lograra. El español accedió y Juan se alistó, junto a otros doscientos africanos (la mayoría esclavos) en la expedición que el otrora lugarteniente de Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, preparaba para ir a Perú. Una vez en destino resultó que no hubo oportunidad porque Pizarro se había adelantado. Diego de Almagro le pagó a Alvarado un considerable dineral a cambio de que regresase y de contratar a los hombres que desearan quedarse. Juan Valiente fue uno de ellos y en 1535 estaba en Chile con aquel nuevo jefe, peleando contra los araucanos. Cinco años después había logrado ascender a capitán y reunir cierto capital, incluyendo una encomienda y una propiedad a las afueras de Santiago, así como una esposa, Juana de Valdivia, presunta ex-esclava del famoso conquistador.

Alonso Valiente trató de ponerse en contacto con él para resolver su situación pero las dificultades en las comunicaciones propias del siglo XVI lo impidieron. Paralelamente, Juan intentó comprar su libertad pero fue víctima de una estafa, perdiendo el dinero entregado para ello. Finalmente murió en combate, junto al propio Valdivia, en la batalla de Tucapel (1553).

Juan Garrido.- Otro africano del mismo nombre -algo muy recurrente, como veremos, al igual que en inglés se usa John Doe- y vida paralela, esclavizado por los portugueses pero convertido al cristianismo en Lisboa, lo que le permitió adquirir la libertad y viajar a Sevilla, donde embarcó en 1503 para Santo Domingo como criado a las órdenes de Pedro Garrido. Durante once años combatió en la conquista de Cuba y Puerto Rico, además de participar en el descubrimiento de la Florida. En 1519 se sumó a la expedición de Cortés a México y en una carta al Rey presumía de haber sido el introductor del cultivo del trigo por esos lares.

Posteriormente volvió a la vida militar en la incursión de Antonio de Carvajal por Michoacán y Zacatula. En 1525 se le concedió un inmueble en la nueva Ciudad de México, donde trabajó de portero, pregonero y vigilante del acueducto de Chapultepec, pero tres años más tarde se lanza otra vez a la aventura, al mando de una expedición para explotar las minas de oro de Zacatula. Tras otro descanso, se enroló a las órdenes de Cortés cuando éste exploró la Baja California; era el responsable -y copropietario- de un batallón de esclavos negros e indígenas. Falleció en 1547 dejando esposa y tres hijos.

Juan Beltrán.- Este mulato se hizo famoso en las guerras de Chile, donde por su valerosa actuación y su colaboración en la fundación de la ciudad de Villarica se le encomendó la construcción y el cargo de capitán de un fuerte en las afueras, además de premiarle con una encomienda de medio millar de indios. Beltrán dirigió varias malocas (razzias, en el lenguaje soldadesco de ultramar) victoriosas pero al final murió luchando contra los indómitos araucanos.

Juan García.- Otro mulato que, en su caso, nació libre en Extremadura hacia 1495. Formó parte de la expedición de Pizarro al Perú, viajando con su mujer y sus hijas. Era pregonero y gaitero, siendo su misión fundamental la de pesar los metales preciosos que se recogieron en Cajamarca por el rescate de Atahualpa. Asimismo, estuvo presente en los sucesivos repartos de oro y plata entre la tropa. Se sabe que con sus ganancias le compró una esclava indígena a otro soldado y con ella tuvo una hija ilegítima.

Residió en Cuzco, donde colaboró en su reforma urbana, pero luego se trasladó a Lima con la idea de regresar a España. Lo hizo en 1536, de forma triunfal, estableciéndose en la zona donde había nacido y adoptando el nombre de Juan García Pizarro. No se sabe la fecha de su fallecimiento.

Otros conquistadores negros.- La lista de conquistadores negros en América es mucho más extensa. Inacabable, de hecho, sólo que carecemos de datos suficientes sobre sus vidas. Así, podríamos citar a Juan Bardales, esclavo africano que participó en las expediciones a Panamá y Honduras (donde dijo haber recibido un centenar de heridas de flecha) consiguiendo su manumisión y una pensión de cincuenta pesos concedida por el Rey. O a Sebastián Toral, que por su labor en la exploración del Yucatán logró la libertad, la exención de impuestos y otra pensión real, empleándose como portero. O a Antonio Pérez, que era libre y participó junto a Diego de Losada en la conquista de Caracas, donde ascendió a capitán. O a Miguel Ruiz, otro que estuvo con Pizarro en Cajamarca y obtuvo su parte del botín. O a Gómez de León, que también recibió una encomienda en Chile.

Y tampoco habría que olvidar los miles de personas de raza negra cuyos nombres fueron obviados por los cronistas (aunque Cieza de León suele mencionarlos genéricamente), caso de los doscientos que ayudaron a sofocar el incendio de Cuzco durante el asedio de Manco Inca en 1536 o el número similar de ellos enviados desde La Española como refuerzo armado; o los que colaboraron en la conquista de Nueva Granada, de los que únicamente ha trascendido la identidad de un mulato llamado Pedro de Lerma.

Compilado

lunes, 31 de enero de 2022

El monstruo de Armendáriz

 

Jorge Villanueva Torres, tristemente conocido como el Monstruo de Armendáriz, sentenciado a muerte por el homicidio de un niño de poco más de tres años. El 12 de diciembre de 1957, a las 5:30 de la mañana, Villanueva Torres enfrentó a un pelotón de fusilamiento en el recinto de la antigua Penitenciaría de Lima. Terminaba así un proceso judicial iniciado a mediados de 1954 y que bien pudiéramos calificar hoy de mediático. Lo más probable y perturbador de esta causa célebre es que Jorge Villanueva haya sido inocente.

La historia fatal de Jorge Villanueva Torres empieza en los primeros días de setiembre de 1954 en las cercanías de las playas de Lima. En la quebrada llamada de Armendáriz, un tajo que aún hoy divide en dos los acantilados de Miraflores y Barranco, fue hallado, hacia las laderas de Barranco, el cuerpo sin vida de un niño de unos tres años y medio de edad. Practicado el levantamiento, el cadáver fue sometido a necropsia (o autopsia, como se la llamaba entonces) en la Morgue Central de Lima el día 8 de setiembre de 1954.

El occiso, al que identificaremos con las iniciales J. H. Z., presentaba lesiones en la eminencia frontal derecha, así como en la extremidad inferior del mismo lado. Otro dato relevante fue el hallazgo de tierra en las fosas nasales. Los pulmones se encontraban dilatados y mostraban una apariencia violácea. El estado de conservación del cuerpo y las huellas de ataque post mortem por roedores condujeron a estimar que la muerte había ocurrido en las 24 horas previas al hallazgo. Las conclusiones del protocolo de necropsia fueron: «traumatismo en la cabeza», «conmoción y contusión cerebral (sic), dejando inconsciente al menor en cuestión» y muerte por «asfixia por sofocación».

La referida necropsia se desarrolló sin intervención de autoridades. Por su parte, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) hizo suyas las conclusiones del protocolo de necropsia y no realizó indagaciones complementarias.

En vista de haberse hallado el cuerpo de J. H. Z. en las laderas de la quebrada de Armendáriz, se apresó a un sujeto identificado como Jorge Villanueva Torres, de raza negra, de unos 35 años de edad. Villanueva Torres, alias Negro torpedo, era un delincuente de ínfima monta, «vago y conocido raterillo», un «hijo de nadie» (la expresión es de Víctor Maúrtua V.) y posiblemente débil mental. El acusado malvivía en una covachuela ubicada en la ladera norte. Anotemos que, en 1954, la quebrada era ya una vía de acceso a las recién ganadas playas de Barranco. La atravesaba una pista carrozable y una extensión de la línea del tranvía. Si bien en temporada veraniega era un espacio muy concurrido, el resto del año la quebrada y sus inmediaciones eran un territorio peligroso y desolado.

Como es histórico, solo dos elementos bastaron para vincular a Villanueva con la muerte del niño: a) la circunstancia objetiva de haberse hallado el cadáver a escasos metros de la covachuela; y b) el testimonio incriminatorio de un turronero, de nombre Uldarico Salazar. Se cuenta que durante los interrogatorios en la fase de instrucción y en segunda instancia, Villanueva aceptó la responsabilidad y aun describió «con lujo de detalles» (así se divulgó en la prensa de la época) cómo atrajo al niño hacia la covacha, para luego golpearlo en la cabeza hasta provocar el estado de inconsciencia y finalmente ultrajarlo por la vía ano-rectal. En tanto no sean recuperables los actuados del proceso, estas afirmaciones son especulativas.

La instrucción determinó la responsabilidad de Villanueva Torres en el rapto y homicidio de J. H. Z. Asimismo, fue hallado responsable de delito contra el honor sexual en la persona de A. N. V. y de delito contra la libertad individual en agravio de D. M. R. y J. A. La sentencia emitida el 8 de octubre de 1956 declaró a Villanueva Torres culpable de rapto y delito contra la vida en agravio del niño J. H. Z. y condenado a la pena de muerte, de acuerdo con el Decreto Ley Nº 10976 del 25 de marzo de 1949.

De acuerdo a la Constitución Política del Perú La pena de muerte sólo puede aplicarse por el delito de traición a la patria en caso de guerra, y el de terrorismo, conforme a las leyes y a los tratados de los que el Perú es parte obligada.

En el Perú, hoy por hoy, no es posible sancionar los asesinatos o violaciones con pena de muerte, porque el Estado ratificó en julio de 1978 un tratado internacional (este documento es la llamada Convención Americana sobre Derechos Humanos también conocida como Pacto de San José) que así se lo impide. ... Sin embargo, la Constitución de 1979 solo mantuvo la pena de muerte por “traición a la patria” y eliminó los demás. La pena de muerte en el Perú fue utilizada hasta ese año.

La pena máxima en Perú por un delito grave es la cadena perpetua, está dispuesta en su Código Penal en el art. 29 en donde se dispone: "La pena privativa de libertad puede ser temporal o de cadena perpetua. En el primer caso, tendrá una duración mínima de dos días y una máxima de treinta y cinco años."

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Ruy Miguel Jiménez Gil-Antiguas Fotos del Perú