La Pachamama emocionada
ante la pregunta indiscreta de los apus acerca de si eran ellas tan bellas como las de otros
lugares, hizo que ella se levante orgullosa y mirándoles fijamente a los ojos, ella les respondió:
"De la nada fuimos y
ahora existimos gracias a la mano de Wiracocha. Quiso hacernos distintos para
adornar un pedazo de tierra enclavada en los Andes. Pero dicen los antiguos que un soplo misterioso nos dio la vida con un distinto ropaje pero con igual
hermosura para mostrar al mundo al niño vestido con magnífica riqueza. Después vinieron los
hombres, aquellos forjadores de lo imposible ¡Cómo nos contempla Macchu Picchu!
¡Cómo resplandeció el oro de nuestras entrañas! Ellos usaron el conocimiento,
la habilidad y la sabiduría, derramaron su sangre y forjaron un Imperio tan inmenso, poderoso, conquistador y guerrero. Unificaron así, casi toda América del Sur,
se cubrieron como los más grandes de los siglos. Pero vinieron los de afuera y gran
sufrimiento tuvieron sus hijos, acabó la gloria del Tahuantinsuyo pero quedó
incólume su espíritu indomable, nada pudieron contra ellos porque siglos más
tarde se consumó la Independencia y en Ayacucho se selló la final victoria. Vano sería después no hablar
del heroísmo, del amor a la patria y la sangre otra vez derramada por sus
soldados y el pueblo entero de todas las sangres cuando las fuerzas superiores
del invasor osaron quitar la tierra que los vio nacer. Tremendo valor demostrado
para todas las generaciones, una eterna lección de gratitud y un legado a las
madres y a sus hijos por el sacrificio en la hora de la prueba. Por eso su bandera, roja por
la herida en mil batallas, por la grandeza de su espíritu y blanca por la paz q
conlleva el nuevo rumbo y la grandeza de un país que nunca ha muerto.Y así es el Perú, con la
cordillera, el mar, el río, la selva recóndita con sus secretos, con su gente
cariñosa y su gastronomía que ya traspone fronteras, esta es nuestra tierra. No
lo hacen algunos, la hacemos todos si nos unimos para vencer la adversidad".
Entonces los Apus se
quedaron mudos y avergonzados, no pretendieron hacer pregunta alguna. Y la Pachamama calló, no pudo evitar que sus lágrimas rodaran por sus rojas mejillas
y así brillaron sus ojos más que de costumbre. Nuevamente los apus Los
sonrojados desaparecieron pronto entre la lluvia y el granizo. Cuando llegó el
silbido del viento y el estruendo del rayo, un cóndor orgulloso voló mucho más
alto para perderse entre los nubarrones y los abismos insondables, arreciando
luego un vendaval...
Roque Puell López Lavalle
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