martes, 31 de octubre de 2023

La procesión va por dentro

El largo camino de la indiferencia se parece a las interminables procesiones de antaño. Más era la demora del paso perdido que el inicio del triunfo de una batalla sangrienta. El cántico que acompaña a la masa de los algunos indigentes descalzos, pareciera ser las largas oraciones que esperan una respuesta pronta a sus quejidos y clamores. Los pasos lentos se asemejan al constante pensamiento que día a día esperan una semblanza diferente pero que al final queda sola en el limbo de las ánimas que esperan respuesta en inútil sacrificio.

Y los movimientos del anda obedecen a los cargadores, solamente los supuestos rezos de la esperanza, esperan mejor la fe milagrera de los falsos cristos negros de mi vieja ciudad. Rompen el protocolo entonces para caer nuevamente en el tedio del silencio y la locura. Avancen hermanos porque mejor sería ignorarlo todo, inútiles fueran los clamores en el desierto, fuera cierta la risa y la libertad de los condenados, total, qué más da, si vives como si no existieras y duermes como si no vivieras. Solamente el lecho, es testigo de la frialdad del sentimiento, vendedor de esperanzas que son puro cuento.

Mudas e indiferentes son las velas que alumbran el cuadro, por gusto están si no tiene algún contentamiento. ¿Y los sahumerios? Son los que dan el ambiente sagrado del dios de nuestros tiempos, inermes ante su majestad ingenua, ignorantes al destino que dicen prometerles. Son ellos como los pensamientos, aquellos que se dieron en el pasado, de supuestas alabanzas pero solamente son címbalos sin sonido, tambores sin redoble.

¿Acaso las flores tuvieron un mejor destino? No. No puede alegrar un solo pajarillo a un bosque sin sentido, una flor no emociona un alma herida porque cae orgullosa cuando no hay ni siquiera un pan mordido. Así es el bocado dado en secreto, duro y deshaciéndose en migajas, así como está su vida, esperando la redención de su alma y la liberación del espíritu. Las oraciones dichas al final de la marcha, los rezos que por demás recuerda el peregrino, son las despedidas que se alumbran en los rostros de los santos, pero ese es su quejido y es triste otra vez su destino porque la respuesta del mañana, no les ha amanecido y tampoco se han escuchado.

Al final, la masa variopinta y cansada de las polvorientas calles, va llevando las esperanzas rotas, y guardando las efímeras alegrías para así volver a su hogar. Tanta modorra, tanto lloro, tanto rezo, tanto que se encomendó ¿Para qué? Para que al final, la tibieza de la tarde y las tinieblas de la noche, se vayan acercando más el frío que empieza otra vez a recorrer su cuerpo. Luego le dirán al fervoroso que mejor sería que se olvide de ella, que no la merece o que la eche sin reparos por la borda. Así tal vez, estará más tranquilo, así podrá descansar entre la duda y la mediocridad, sin fe, triste porque después de todo, la procesión va por dentro

Roque Puell López Lavalle
 

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