Cuerpo seccionado de Marcelino Domínguez y
equipo de investigadores y médicos que estuvieron en el caso.
Como cada día las instalaciones de la Estación de
Desamparados se encontraba lleno de pasajeros que iban y venían. Entre las
personas que salían de este edificio había dos españoles que al traspasar la
portada de la estación fijaron sus ojos en el hotel que se encontraba al
frente, arriba del Gran Saloon dirigido por un italiano de apellido Cordano.
Este era el Hotel Comercio y el año era 1930.
Eran Jenaro Ortiz y Marcelino Domínguez, hombres de buena presencia y que se aprovechaban de esto para estafar a damas solitarias. Venían de dar su último golpe, su víctima: una señora boliviana quien le había confiado a uno de ellos el secreto lugar donde guardaba sus más preciadas joyas. Los dos cómplices habían vaciado la caja fuerte de la dama y huido hacia nuestra ciudad. Ya instalados en el cuarto tuvieron un altercado por el porcentaje que le tocaría a cada uno por el robo. De las palabras alzadas de tono se fueron a los golpes.
Eran Jenaro Ortiz y Marcelino Domínguez, hombres de buena presencia y que se aprovechaban de esto para estafar a damas solitarias. Venían de dar su último golpe, su víctima: una señora boliviana quien le había confiado a uno de ellos el secreto lugar donde guardaba sus más preciadas joyas. Los dos cómplices habían vaciado la caja fuerte de la dama y huido hacia nuestra ciudad. Ya instalados en el cuarto tuvieron un altercado por el porcentaje que le tocaría a cada uno por el robo. De las palabras alzadas de tono se fueron a los golpes.
Domínguez sacaría un cuchillo (según versión de
Ortiz) y con este atacaría a su compañero quien aduciendo defensa cogió un
martillo que se encontraba a su alcance y con este asesto tres certeros golpes
en la cabeza del infortunado Domínguez quien cayó herido de muerte. Jenaro
Ortiz saldría del hotel y caminaría sin rumbo por algunas calles limeñas.
Cuando cayó la noche regreso al cuarto de Hotel y encontró a su compañero
muerto en medio de un charco de sangre.
Como poseído por un impulso diabólico concibió
la macabra idea de desaparecer el cuerpo y no tuvo otra idea que descuartizarlo
en 6 partes empezando por los miembros inferiores. Una vez culminada esta
macabra cirugía, guardo los restos en dos maletas. Limpio la sangre con toallas
y ropa de Domínguez que también oculto en las maletas. A la mañana siguiente
abandonaría la habitación número 81 del Hotel Comercio y se iría a la calle
Concha (cuadra 3 de Jr. Ica), donde el día anterior había visto el letrero de
alquiler de una habitación.
Llegado al lugar con la carga macabra en las
maletas, se entrevistó con la dueña, una dama mayor que le cobro 40 soles por
el alquiler de la habitación con la letra C ubicado en el segundo piso de una
gran casona frente al Teatro Municipal. Pago por adelantado, dejo las maletas y
diciendo que saldría a comer algo se fue. No regreso más.
Dos días después el hedor que salía de la
habitación era insoportable y la señora preocupada e imaginándose lo peor
acudió a la Primera Comisaria de Monserrat para solicitar la presencia de dos
policías a fin de abrir la habitación. Al hacerse presentes estos oficiales se
abrió la puerta encontrándose que el olor insoportable venia de las dos
maletas. Las abrieron y encontraron el cadáver seccionado de Marcelino
Domínguez.
Rápidamente tomo a su cargo el caso un
inspector de investigaciones y tras hacer las indagaciones de rigor descubrió
la identidad del asesino y el lugar donde se había cometido el crimen: el hotel
Comercio. Se supo que Jenaro Ortiz ya había huido del país. Mientras le prensa
limeña daba cuenta detalle a detalles este sensacional suceso, la población
estaba conmocionada. Clemente Palma (hijo del gran Ricardo Palma) que era
director de La Crónica dijo “Por fin tenemos en Lima un crimen que es moneda
corriente en Paris y Londres”.
Se encontró y capturo a Ortiz en Panamá a punto
de abordar un barco rumbo a España. Al manifestar este su deseo de venir
voluntariamente a Lima a afrontar el juicio no fue necesario hacer los tediosos
y largos trámites de extradición. A su llegada al Callao, una gran multitud lo
esperaba, todos querían conocer al asesino del Hotel Comercio. La prensa había
contribuido a crear en torno a él una figura parecida a un antihéroe, muy
macabro por cierto.
Cada diligencia donde participaba Ortiz (un
español de 1.80 de estatura, muy bien parecido y con expresivos ojos azules)
era acompañado de una gran cantidad de personas, la mayoría de sexo femenino.
La reconstrucción de los hechos realizada en el Hotel casi fue postergada
debido a la cantidad de personas que se apostaron en toda la calle Pescadería (primera
cuadra de Jr. Caraba ya) y que impedían el libre tránsito del vehículo que
conducía al asesino.
Ortiz ocupaba una celda especial al lado de la
oficina del alcaide en la Penitenciaria de Lima (donde hoy se encuentra el
Hotel Sheraton y el Real Plaza-Centro Cívico), debido a amenazas que había
recibido de otros presos en el lugar. De esta forma fue protagonista de un
curioso escape donde por la ventana de la oficina gano la calle con la ayuda de
una amiga enamorada. Un jardinero fue detenido y el alcaide fue puesto en
observación. Sin embargo, fue recapturado pocos días después. Luego de este
incidente se realizo su sentencia: 35 años de prisión.
Jenaro Ortiz se dedico durante su encierro a
hacer zapatos de cuero y tuvo entre sus principales clientes nada menos que al
Presidente Manuel Prado Ugarteche, que en la década del 50 lo indulto. Algún
periodista acucioso se entero del indulto del ya célebre prisionero y se inicio
una campaña mediática en contra del derecho que había sido otorgado al español,
para muchos injusto.
Doris Gibson, joven periodista que escribía en
la revista Caretas publico un articulo donde a propósito de todo este escándalo
mediático en contra del ya maduro Ortiz, defendía el derecho que tienen las
personas de recuperarse para la sociedad en la prisión y poder rehacer su vida
recibiendo una segunda oportunidad luego de haber pagado sus culpas. Calo esta
opinión y articulo de la guapa Doris en la opinión pública y el tema se enfrió.
La historia termina con Jenaro Ortiz visitando a la periodista en su oficina de
la revista en el portal de Botoneros de la Plaza de Armas para agradecerle por
la publicación.
Tras unas breves palabras él decide irse, la
periodista lo acompaña hasta la puerta y desde ahí ve la alta figura del
hombre, del español, del asesino del Hotel Comercio, de Jenaro Ortiz
perdiéndose entre la cantidad de personas que recorren a diario el Jirón de la
Unión. Nunca más se volvió a saber de él.
(Texto: DP – Fuente: ACIDEL)
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